Nautilus representa la búsqueda constante de Amador Montes por explorar nuevas experiencias plásticas a través de diversas imágenes y temáticas que versan entre lo fantástico y lo real; es una muestra que se inspira en la novela Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne, con la cual el artista plástico homenajea al autor francés y al mismo tiempo es el pretexto perfecto para rememorar los grandes momentos que compartió con su padre, mientras le relataba algunos de los capítulos de esta obra clásica de ciencia ficción. Y es que en cierta forma Amador reconoce la influencia de estos dos personajes en su vida, con la cualidad de que su padre y sus relatos serán parte de su motivación a lo largo de toda su carrera.
El Museo de los Pintores Oaxaqueños acoge con amenidad de nueva cuenta una muestra individual de Amador Montes, artista contemporáneo originario de Oaxaca, cuyo más reciente trabajo lo llevó a presentar un conjunto de obras en el Excmo. Ateneo de Sevilla en España a comienzos del año.
Veinte mil leguas de viaje submarino es una de las novelas más representativas de la obra literaria de Julio Verne, siendo para el pintor oaxaqueño una nueva oportunidad para transformar su práctica artística y retomar el camino hacia la experimentación plástica mediante la investigación gráfica, los ensayos técnicos y la indagación en su memoria.
Es así como Nautilus se constituye por un conjunto de piezas que expresan escenas abstraídas, sensaciones e imágenes que se han traducido en veintitrés composiciones que se presentan en este libro. Inicialmente Amador se mostró reticente a personificar a los protagonistas de esta obra literaria o a tratar de ilustrarla, en cambio, su ejercicio plástico comenzó por buscar la contemplación de la belleza estética de las aventuras marinas mediante los elementos gráficos, el dibujo y las texturas logradas a través del color y la técnica mixta.
–¡Qué espantosa criatura! –gritó.
Miré a mi vez. Ante mis ojos había un monstruo horrible. Era un calamar de dimensiones colosales, de unos ocho metros de largo. Avanzaba, impulsándose hacia atrás, en dirección al “Nautilus” y a gran velocidad, observándonos con sus enormes ojos fijos y verdosos.
El contenido de la obra guarda argumentos sencillos: rescatar la voracidad de la vida marina y su personal admiración por ciertos animales y elementos descritos virtuosamente a través de las páginas del libro, aquellos pulpos, calamares, peces, camarones, medusas, trajes de buzos, barcos, entre otros. En pocas palabras, Amador se convirtió en un observador con una curiosidad ávida por explorar otro tipo de imágenes relacionadas con el juego de la ficción-realidad que emanan de este clásico.
Las manifestaciones gráficas sobre la obra de Julio Verne son vastas: fotografías, carteles, ilustraciones, portadas de libros, etc., mismas que conforman la memoria colectiva de la novela a través de las diferentes épocas. El artista nutre su trabajo con estos documentos gráficos y presenta una serie de obras en distintos soportes, desde telas de gran formato, carteles intervenidos, dibujos sobre cartón y grabados, hasta algunos cuadros sobre madera tratados con pastas sintéticas.
La necesidad por plasmar la fuerza expresiva de la historia durante el trabajo en el taller, fue trasladada por Amador mediante los lienzos que manifiestan tormentas en mar abierto, escenas logradas con recursos como los derrames, el goteo y la aplicación de la técnica mixta en la que se involucra la utilización de la encáustica, la serigrafía y el collage. La obra adquiere una mayor densidad matérica con algunas incrustaciones de pedazos de estopa, aglutinaciones de esmaltes y costras de óleo que el artista coloca arbitrariamente en las telas.
¡Ah señor, vivid en la profundidad de las aguas! Sólo aquí hay independencia. Aquí no reconozco a ningún amo. Aquí soy libre.
A semejanza de la postura del Capitán Nemo sobre el majestuoso mar, Amador Montes confiesa que al abordar esta temática se sintió libre para trabajar un discurso artístico con telas plagadas de manchas, rasguños, imprecisiones, trozos de papel, los cuales se convirtieron en elementos relevantes del contenido de la obra, y que bajo la profundidad de las aguas de la narrativa imaginaria son posibles.
En esta entera libertad es que debemos comprender el tratamiento cromático en las piezas, las tonalidades recurrentes en su producción se han complementado con la presencia de otros colores sobrepuestos; el mar que Amador nos muestra no es enteramente azul sino más bien una mezcla de distintos matices, donde en ocasiones se puede hallar una mancha o una línea azul a manera de gesto simbólico.
–La tierra no necesita nuevos continentes, sino nuevos hombres.
La práctica artística de Amador Montes está basada en su inquietud por estudiar el mundo a través de la experimentación temática y técnica, convirtiendo a cualquier objeto, sensación, historia o recuerdo en un detonador de su proceso creativo.
Culminaré este texto expresando que en Nautilus no se confronta el poder narrativo de una obra literaria con una obra plástica, sino que se busca complementar ambas manifestaciones artísticas para enriquecer la experiencia del lector y del observador, y de este modo despertar de nuevo la curiosidad por revivir las sensaciones que este clásico de la literatura puede producir en cada uno de nosotros.
–Hace tres mil años, en el libro del Eclesiastés se preguntaba: “¿Quién ha podido nunca sondear las profundidades del abismo?”. Si esa pregunta está referida al mar, sólo dos hombres de entre todos los ahora vivos tienen derecho a responderla: el Capitán Nemo y yo.
Rebeca Pareja
Mtra. en Arte Moderno y Contemporáneo