Por entre lo profundo y sensorial de los fondos cromáticos de las obras de Amador Montes, inciden el dibujo, la caligrafía y el esgrafiado integrando inéditas composiciones.
Universos en los cuales el vuelo, lo grácil y liviano conforman escenas sutiles en las que las atmósferas son penetradas por el aire que se siente oscilar y desplazarse por el constante movimiento de las figuras que lo habitan.
Su delicada imaginería revela mundos por los que aves se metamorfosean en seres humanos que pueblan los espacios ocupándolos todos en sus trayectorias de continuo movimiento donde la imaginación le lleva a convertir objetos cotidianos como jarras o tazas en seres vivos, aves capaces de surcar cielos poseedores de atributos que los transmutan en personajes que hacen reverberar los ambientes poblados de meandros, remolinos, curvas, aleteos, integrando la caligrafía que es movimiento y que los acompaña su constante devenir.
Maravillosos insectos/mujer que visten elegantes atuendos dorados y alas de finos encajes que con su vertiginoso batir evidencian tanto la sensualidad del fondo como la de los personajes mismos.
Aves en formaciones verticales que remontan a antiguos tótems; figuras que encierran misterios y remiten a mitos y a cultos ancestrales.
Composiciones que laten, que vibran y engendran armonías que subyacen a la música producida por los revoloteos y pulsaciones de las criaturas que en ellas residen inaugurando ritmos con alas y patas y en las que la caligrafía participa acompasando en tenues acordes.
Aves y caligrafía son uno y lo mismo, elementos que irrumpen en el espacio de la obra conquistándolo, dinamizándolo para convertir las imágenes en refinadas danzas plenas de música y movimiento.
Es Amador Montes un soñador y poeta del aire y del vuelo cuyas obras, repletas de un intenso poder imaginativo, viven; son lenguaje vivo surgido de un lirismo que comunica su sentir íntimo y gracias a las que se renuevan en nosotros el corazón y el alma.
Al imaginar, se lanza y nos lanza a una vida nueva seduciéndonos como espectadores e induciéndonos junto con él, a soñar y volar.
Silvia Sigal. Julio 2008